Si por “Fonsi” Fernández Mañueco fuera, en octubre los resignados ciudadanos de Castilla y León –Sicilia y León, que dijo uno de los empresarios extorsionados por la “trama eólica” comandada por la misma X de la Perla Negra y demás pelotazos asociados, caso este último pendiente por cierto de sentencia de la Audiencia Provincial de Valladolid- estaríamos votando en unas nuevas elecciones autonómicas anticipadas. Es el sueño húmedo del actual presidente de la Junta, quien piensa que, aunque el PP no llegara a la mayoría absoluta, obtendría una mayoría suficiente para poder gobernar en minoría sin que la oposición pudiera bloquear su acción de gobierno en las Cortes (aprovecho para recordar a algún escriba que lo del “mausoleo” de Villa del Prado es otra de las acuñaciones originales de este Blog).
Porque esa es la cuestión. El PP de Castilla y León ha aplaudido hasta con las orejas (saludos amigo Alberto, sigo teniéndote presente en mis oraciones) la ruptura del pacto con Vox que le permitió mantener a Mañueco como presidente después de dinamitar, anticipación electoral presente, el pacto con Ciudadanos que le franqueó la presidencia de la Junta merced a la rabieta infantil de Albert Rivera, quien contravino todos los principios de su partido, y así le ha ido a él y a su desahuciada formación, al impedir la alternancia que hubiera supuesto la investidura de Luis Tudanca, el candidato del partido más votado en las elecciones autonómicas de 2019.
El PP está que no cabe de gozo con la ruptura forzada por Santiago Abascal, que le ha permitido desprenderse de ese casposo y tóxico compañero de viaje. Pero, tras la euforia inicial, queda la realidad aritmética de que ha pasado a gobernar en minoría y con un margen de maniobra muy reducido para sacar adelante compromisos electorales que guardó en el cajón al embarcarse en el pacto de gobierno con la ultraderecha. Como se ha visto en el caso del Diálogo Social y el Serla, el gobierno Mañueco ha tardado horas 24 en sacudirse ese yugo de Vox, cuyas imposiciones, entre ellas la de la Ley de la Discordia, han quedado prácticamente en nada (el legado ultra lleva camino de reducirse a la declaración como “bien de interés cultural” de la infame “Pirámide de los Italianos”).
Pero la realidad es que el PP no dispone de apoyos parlamentarios alternativos para sacar adelante compromisos electorales propios como el de promover una nueva Ley integral contra la Violencia de Género -repito, de género, nada del invento de “intrafamiliar”- o la de reconocer mediante ley los derechos de la comunidad LGTBI. Y, por supuesto, si no es con el apoyo de Vox, puede olvidarse de unos nuevos Presupuestos de la Comunidad para 2025, aunque esto sea lo de menos, ya que puede prorrogar los vigentes en 2024.
Por ello, y más después de la encuesta servida por “La Sinrazón” y el coste electoral que tendría para el PSOE el “concierto” fiscal catalán concedido por Pedro Sánchez para sacar adelante la investidura de Salvador Illa (y de paso para garantizarse el apoyo de ERC al gobierno socialista en el Congreso de los Diputados), a “Fonsi” se le hacen los dedos huéspedes pensando que un adelanto de las elecciones autonómicas situaría al PP de Castilla y León al borde la mayoría absoluta. Pero ocurre que ese adelanto electoral no lo puede decidir sin contar antes con el visto bueno de Alberto Núñez Feijóo, quien antepone a cualquiera otra circunstancia la estrategia que se ha fijado Génova para conquistar La Moncloa.
Sobre la tormenta interna desatada en el PSOE por su pacto fiscal con los republicanos catalanes, es lógico que el consejero portavoz de la Junta. Carlos Fernández Carriedo, ese eterno-chico-bien-mandado -que-vale-igual-para-un-roto-que-para-un-descosido, exija al todavía máximo dirigente de los socialistas de Castilla y León, Luis Tudanca, que “pase de las palabras a los hechos” e inste a los parlamentarios nacionales del partido a que se opongan en las Cortes Generales a las reformas legislativas necesarias para materializar ese pacto. Lo que es un contrasentido es calificar a Tudanca de ser un político “irrelevante”, que ciertamente es así, y a la vez exigirle autoridad sobre los diputados y senadores socialistas electos en la comunidad, tal como ha hecho el secretario autonómico del PP, Paco-Paquito-Paquete Vázquez Requero de Lama.
Decir, como han señalado muchos medios -sin duda para vender una rebelión interna que no pasa de ser un mero postureo para evitar su propio desgaste-, que Tudanca le ha plantado cara a Sánchez es de chiste. La debilidad interna del secretario autonómico roza lo patético. Está completamente en primer tiempo de saludo ante la autoridad competente, en espera de que desde el eje Ferraz-Moncloa se decida su futuro, esto es, si dando la causa por perdida, se opta por presentarle por cuarta vez como candidato a la presidencia de la Junta o, si por el contrario, se decide que el cartel electoral lo encabece alguien con más peso y/o proyección de futuro, en cuyo caso Tudanca será convenientemente recolocado, como sucedió en su día con Ángel Villalba.
Reitero al respecto lo manifestado en otras ocasiones: La decisión la tomará Sánchez previa consulta al trío con capacidad de influencia en la materia, a saber, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, el ministro Óscar Puente y el jefe del Gabinete del Presidente en La Moncloa, Óscar López. De este último, a quien el Tribunal de Cuentas le acaba de afear su gestión en Paradores de España, solo espero que no se le ocurra frustrar la carrera política de Ana Redondo proponiendo a la ministra de Igualdad como destinataria de semejante marronazo.
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2 comentarios en «El topillo | El sueño húmedo de un nuevo anticipo electoral»
Estamos de vacaciones Mañueco como Ortega cano tan agustito tan agustito
En Castilla y León siempre nos tocan los más torpes de uno y otro lado, descontando , por supuesto , a los más impresentables de la caverna. No creo merezcamos tamaña desgracia. Somos el culo de España y de la seudo-democracia.