Fely Campo vuelve a casa y lo hace festejando el momento. Ha decidido que quiere regresar a sus raíces y aprovechar sus cincuenta años de experiencia, dentro de su entorno, donde ella se siente más viva, comprometida y segura: su atelier. Este que tiene ahora, dista mucho del que la vio hilvanar la aguja por primera vez. Lo que sí es seguro es que guarda el mismo entusiasmo y creatividad que el de hace medio siglo. Solo había que ver la cara de Fely Campo en la inauguración de su tienda-atelier en la calle Laguna Negra, en El Montalvo.
La creadora salmantina toco a arrebato y sus fieles clientas respondieron de la mejor manera: luciendo sus trajes de fiesta, de calle… guapas todas. Felices de ver cómo la mujer que las embellece con cada prenda que confecciona, sigue creciendo y manteniendo la ilusión del que empieza, pero con la sabiduría del que conoce el oficio en toda su extensión y derribando fronteras. Fely Campo ha llevado el nombre de Salamanca por Europa.
El taller de un artista es siempre un lugar repleto de sensaciones. Si es tan generoso de abrir sus puertas y mostrarlo, el visitante agradece ese mundo que se despliega de olores, colores y espacios. Fely Campo lo consiguió y recibió los parabienes.
Acudieron a felicitarla clientas de toda la vida, que llegaron con sus hijas o nietas. Estaban radiantes, porque el patronaje y el corte que imprime Fely Campo a sus prendas, realza el cuerpo de la mujer. Y, eso, las hace estar seguras. Ya sabemos que una mujer segura es imparable.
Las mesas de corte sirvieron para ofrecer los mejores manjares, salidos de las cocinas de la Escuela de Hostelería de Santa Marta y, también, como improvisado escenario para la actuación de Guadalupe Lancho, que pandero cuadrado en mano, recitó un romance donde la protagonista era la morenita que con una tela, aguja, hilo, dedal y tijera ha conseguido hacerse un nombre entre los creadores, diseñadores y modistos de nuestro país.