Genio y figura es Julián Lanzarote. También generoso, mucho. Durante la entrevista –es larga, divertida y llena de contenido, si la leen, se divertirán-, habla de su familia, de la política, cuenta muchas anécdotas, algunas inéditas y, al final, nos regala un chiste. Es una entrevista que les dejará con una sonrisa en la cara y sabrán curiosidades que desconocían de Salamanca. Además, no se corta a la hora de calificar a los que viven de la política, sin tener dónde ir después. El 28 de mayo se cumplen 30 años desde que fue alcalde de Salamanca por primera vez.
Voy a tirar de un clásico. ¿A qué dedica el tiempo libre?
A mis tres pasiones favoritas… a las confesables.
Me tendré que conformar con las favoritas…
Por este orden: la familia, soy abuelo de dos nietos. Gabriela, preciosa, que nació el 8 de abril, y el mayor, Gonzalo, su hermano de año y medio.
¡Pequeñitos!
Sí. También a Charo, mi mujer. He estado en la vida pública 30 años ¡Se dice bien y pronto! Tengo cuatro hijos, tres hijas y un hijo. Luis, el pequeño, cuando empecé en esto de la política, la concejalía y alcaldía, era un bebé. Y, cuando volví, tenía un mocetón de 25 años. Ahora me dedico a vivir intensamente la vida de familia.
¿Cuál es su segunda pasión?
El Atlético de Madrid, que me da muchos disgustos…
Pero nos confesó antes de empezar la entrevista que cuando se va a la cama ya los ha perdonado.
El otro día perdieron contra Osasuna 2-0. El partido acabó como a las 21.00 horas y al irme a la cama, ya estaban perdonados. Ya estaba contento otra vez. La tercera pasión confesable es andar con la bicicleta, atender un jardincito que tengo en casa, con unos geranios que los tengo en flor, rojo y blancos, como no podía ser de otra manera… Vivo la vida con tranquilidad.
Una inconfesable…
¡Esas me las guardo para mí! (Carcajada)

Cuando pasea por Salamanca, ¿cómo la ve?
Últimamente paseo poco, porque vivo fuera. Después de la pandemia he estado más recluido. Veo que hay muchas cosas que son de nuestra época, de los equipos que dirigía, y… No tengo una opinión, porque tampoco paseo demasiado. Creo que está bien. Salamanca está bien, porque es bellísima de por sí.
Estuvo 16 años en el Gobierno. ¿Cuál es la joya de sus legislaturas?
La consecución de la Capitalidad Cultural. Un 28 de mayo de 1998. Habíamos ganado las elecciones el 28 de mayo de 1995 y tres años después, de pelear, de patear Bruselas, de hablar con Tirios y Troyanos, mover a los funcionarios de la Comunidad Económica Europea –CEE-, hoy Unión Europea, que eran los que tenían que aprobar el proyecto como Ciudad Cultural… Si te parece, ahora te cuento una anécdota.
Me parece.
Conseguimos aquello. Creo que fue el mayor de los logros. Luego hay momentos muy felices. Sigo manteniendo que el haber conseguido la Capitalidad Cultura es lo mejor que le va a pasar a Salamanca en un siglo.
Puede ser.
Nos puso en órbita. Nos situó en el mapa del mundo de la cultura, nos conocieron mucho más como ciudad. En aquella época recibíamos unos 200.000 visitantes al año y pasamos a atraer a un millón. Fue un aldabonazo muy importante.
Vamos a la anécdota.
Cuando preparaba la Capitalidad, fui a hablar con Marcelino Oreja, un buen amigo mío, porque había estudiado Derecho en Salamanca. Él era comisario de Cultura y Audiovisuales en la Unión Europea. Fui a visitarlo cuando estábamos con la Capitalidad Cultural. Me dio el siguiente consejo.
Toda oídos.
Lo he contado muy pocas veces. Será la tercera vez que lo cuente.
Gracias, por la deferencia con los lectores de La Crónica de Salamanca.
Vamos a ello. Hay que tener en cuenta que cuando nosotros optábamos, también lo hacían Barcelona, Granada y Valencia, con Rita Barberá ¡Casi nada! Nosotros éramos el cuarto candidato. Rita Barberá además de las obras que había hecho, ‘sembró’ Valencia de esculturas de Chillida y había invitado a Ana Botella, esposa del presidente del Gobierno, a la inauguración. No sé si deberías de publicar esto…
Es historia de Salamanca.
Marcelino Oreja me dijo: ‘Mira, Julián, los funcionarios que van a ver los proyectos de Barcelona, Granada, Valencia y Salamanca para ver cuál es el mejor y para pasárselo al Consejo de Ministros de Cultura de la Unión Europea, no conocen a Ana Botella, habrán oído hablar un poco de Rita Barberá y quizá del que más sepan es de Chillida. Ellos no van a decidir porque Valencia esté ‘sembrada’ de esculturas o porque vaya la mujer del presidente a inaugurarla.
¿Qué le dijo que tenía que hacer?
Me aconsejó que fuera a una imprenta de Salamanca y que encargara 1.000 tarjetas de visita y contactara con los muchos funcionarios de Salamanca y Castilla y León que estaban en Bruselas. Después, vas por los despachos y le das tu tarjeta.
¿Lo hizo?
Es lo que hice. Me tiré una semana en Bruselas. Organicé varias cenas con los altos funcionarios de Salamanca o vinculados con Salamanca y me dijeron quién era el que iba a ver el primer envite de los proyectos, un departamento cuyo jefe era un griego… Me pateé Bruselas y gasté las mil tarjetas de visita y salió. ¿Qué te parece el consejo de Marcelino Oreja?
Que hay que trabajar. Nada sale por casualidad.
Me acordaba de un chiste, de un señor que se le estropea el coche y va a un taller mecánico. Se lo arreglan y pregunta qué tenía el coche. El mecánico le dice: ‘Nada, había que apretar un tornillo’. Sorprendido el cliente pregunta: Y, ¿me cobra 5.000€ por apretar un tornillo? No, le cobro ese dinero por saber qué tornillo apretar.
(Risas)
Me quedé con el toque, con lo que me dijo, de trabajar a los funcionarios, de los técnicos, que son los que van a ver el proyecto. Dejé allí las mil tarjetas.

Julián. ¿Cuánta importancia tiene que una ciudad invierta en cultura?
Para Salamanca no es importante, es esencial. El mundo va por esos derroteros de buscar una funcionalidad a cada ciudad, persona o empresa y asignarle un papel, un rol, como dicen los cursis ahora. El rol, el papel de Salamanca desde que mataron a Prim por la tarde es la cultura y el mundo de la cultura. Una Universidad ocho veces centenaria… ¡Qué vamos a aspirar aquí a otras cosas! Hay que profundizar, también como dicen los cursis, en ese papel permanente en el que Salamanca sea un hito cultural europeo.
Ahora en Salamanca se apuesta por otros sectores que no son la cultura.
Ya lo sé.
Hay concejales en el Ayuntamiento que comenzaron con usted hace 30 años. (Fernando Rodríguez)
Sí.
¿Qué puede aportar una persona a la política tras 30 años en el cargo?
A mí eso no me parece ni medio normal, lo que pasa es que cada persona es un mundo y cada equipo se lo trabaja de una manera. Hay gente que se perpetúa en los cargos y rinde bien. Otros, llevan dos años y no dan una. Respeto a todas las personas y lo que hagan, sobre todo si han trabajado conmigo o han estado cerca de mí en los años que fui alcalde. Siempre he dicho que me marché en 2011 y me tenía que haber ido en 2008.
¿Sí?
Lo que pasa es que no me dejó Juan Vicente Herrera. Comí un día en Presidencia de la Junta y le dije: ‘Llevo ya 12 años de Alcaldía y ocho de concejal. Y estuve cuatro años más ¡Un cuarto de siglo de mi vida! Al final te agotas, desgastas, no tienes la misma ilusión del principio y no rindes como al principio.

¿Qué opina de los que viven de la política?
No lo entiendo. Por eso, creo que hay que limitar los mandatos. Tenía otro trabajo al que volver. Me he jubilado en mi puesto de trabajo, como abogado de la Cámara. Ingresé como letrado asesor de la Cámara de Comercio en 1981. Durante mis años como senador era incompatible y tuve que poner la excedencia por motivos políticos, te reservan tu puesto de trabajo. Terminé en el Senado en 2015, volví a mi puesto de trabajo el 13 de enero de 2016 y me jubilé al cumplir 65 años el 1 de noviembre de ese año.
Por curiosidad, ¿sigue votando al PP?
¡Claro! Hay cosas que… para mí es como lo del Atleti o más… ¡Cómo no voy a votar al PP!
Si no estoy mal informada, su familia venía del sector ferroviario…
Sí, mi abuelo Julián y mi padre.
Tiro de otro clásico. ¿Viajó mucho en esos trenes que iban hacia el norte?
Muchísimo. Mi padre contaba historias graciosas. Había nacido en Cáceres por casualidad. Mi abuelo era maquinista y mi abuela Julia fue a verlo a Plasencia. Entonces no había Renfe, estaba la línea Palazuelo-Astorga, en aquellas máquinas de vapor. Al final, terminé casándome con una maragata. Charo es de Astorga. (Risas)
Cerró el círculo.
Sí. Pero, vivían en Salamanca. Mi padre era cacereño por 9 días. Él jugaba a las dos barajas, cuando tenía que echar pestes contra Castilla y León, decía que era extremeño, y viceversa. Lo que sí era, era una persona excepcional, ¡qué voy a decir de mi padre! Y era más charro que el Tormes.
Y, ¿usted?
Todavía más.
Tuvo la suerte de dirigir la ciudad…
Sí. Mi padre no llegó a conocerlo, murió el 19 de diciembre de 1994 y fui alcalde en mayo de 1995. Enfermó de repente. Si mi padre me llega a ver de alcalde… se había vuelto a morir.
¡No lo creo!
No.
¿Qué consejo cree que le hubiera dado?
Lo que me decía siempre es que pusiera la buena voluntad en todo y que no olvidara que gobernar es descontentar, que según mi padre decía Disraeli, un premier británico que estuvo con la reina Victoria. También le gustaba Churchill. Disraeli decía que te puede votar mucha gente, tanta que llegas a ser premier británico, y una vez que has saludado a la reina y das tu primer discurso en el Parlamento de Londres, ya en ese momento, desde la forma de decir buenos días, has descontentando a alguien. Gobernar es descontentar, porque te vas a dejar en la gatera a mucha gente. También puedes contentar a otros que no te han votado.
¿Algún consejo más?
Que la lisonja es gratis. Cuando quieres conseguir algo y ves que no puedes, acércate a ellos y lisonjea que es gratis. Lo utilicé muchas veces siendo alcalde.
Ferroviario y un sector que solía ser de izquierdas. No le dijeron nunca eso de: ¿qué hace un chico como tú siendo de derechas?
No, en mi casa nunca. Te cuento: mi padre estaba a punto de terminar la mili en Zamora, como cabo gastador, cuando el general este chusco que tuvimos, se alza en armas contra la República el 18 de julio de 1936. Mi padre siempre decía que había hecho la mili por todos los Lanzarotes que pudiera haber. Porque también estuvo en la Guerra, en Guadarrama. Le tocó en la zona nacional, porque en ese momento estaba haciendo la mili.
¡Pobre!
Sí. Mi madre era de familia republicana. Recuerdo cuando venía el general a inaugurar pantanos a Salamanca, mi tío Ricardo, el hermano de mi madre, tenía que irse a dormir los días antes a la cárcel.
Oooh…
Era teniente del Ejército Republicano. No consiguió una pensión. Mi tío Eugenio, que era su gemelo, murió en un campo de concentración en Reus, cuando huía para Francia, poco antes de que Franco ganara la Guerra. No sabemos dónde está enterrado. Mi tío Agustín, el mayor de los Sastre, hermano de mi madre, que era médico en Riolobos, un pueblo de Cáceres, apareció un día con dos tiros en la nuca en la tapia del cementerio. No sabemos dónde está enterrado.
¡Madre mía!
No acaba aquí. Mi madre estuvo con mi tía Concha toda la Guerra en Madrid y Villena, zona republicana. Mi madre decía que comían naranjas porque un vecino se las llevaba, no tenían ni para comer. Esa era mi familia. Me ponía malo cuando había gente que hablaba de la división sin haber tenido estos problemas que tuvo mi familia. Mi madre republicana y un padre que tuvo que luchar por no ser desertor. En casa de mis padres no se hablaba de esto, cuando surgía algo, mi padre decía: ‘Tu madre y yo nos queríamos. Cada uno respeta sus muertos’. Mi padre tuvo nueve medallas por mérito de Guerra. Le ofrecieron el oro y el moro, pero no, porque le jodieron su vida. Mi madre no contaba nada.
No podían contar nada…
Nací en las casas de la Renfe del paseo de la Estación. Mi madre nos llevaba a La Alamedilla. Estaban muy cerca los bomberos, cuando jugábamos y salían con la sirena, mi madre se ponía como una tabla, crispada, porque recordaba los bombardeos vividos en Madrid. Si ellos pudieron perdonar y levantar el país… ahora estamos los demás. Franco se murió en la cama, a pesar de muchos y a pesar mío.
Julián, ¿sacaría a los muertos de las cunetas?
Creo que es mejor no moverlo. También entiendo los sentimientos de las personas que le afectó directamente. Me gustaría saber dónde están enterrados mis tíos Agustín y Eugenio. Esos son los avatares de mi familia. ¿Qué te parece? Ellos solo decían que no se volviera a repetir. La paz empieza en cada uno de nosotros.

Me gustaría que habláramos del puente Felipe VI.
¡No entiendo por qué se le ha cambiado el nombre!
Explíquenoslo.
Ese puente no está por la dignidad del Principado de Asturias, está dedicado al hijo de los Reyes Católicos, el príncipe Juan, que era Señor de Salamanca. Respeto lo que haga todo el mundo, pero ese puente se puso Príncipe de Asturias por el príncipe Juan. Tenía una comisión de Callejero, presidido por José Luis Martín, catedrático de Historia Medieval, que fue la que dijo que era por el príncipe Juan, Señor de Salamanca y Príncipe de Asturias, que murió aquí, según cuentan por excesos sexuales.
Le he pedido a Jesús Málaga que le haga una pregunta.
Un tío estupendo.
La pregunta es: ¿Por qué no se le ve en ningún acto público, habiendo sido el alcalde que más tiempo estuvo al frente del Ayuntamiento?
Creo que estuve demasiado tiempo en la política municipal. Cuando paso página, la paso. Mis compañeros me dicen que tampoco voy a temas de partido. No tengo ningún resentimiento, estoy encantado de lo que hice y lo volvería a repetir. Hay que respetar los tiempos, como respetaron los tuyos. Dile a Jesús…
Que toman café el día que quiera…
Por supuesto. Además, Jesús y yo compartimos muchas cosas. Él es mayor que yo y fue a los Maristas, como yo. Pero, el primer colegio al que fuimos fue el Liceo Salmantino. Compartimos un maestro nacional republicano represaliado por Franco, don Manuel de Sena, al que le puse una calle en Salamanca.
¡Vaya homenaje!
Fue un maestro de categoría. Republicano e íntimo amigo de mi padre. Nos dio clase a Jesús y a mí. Aprendimos muchísimo. Estuve tres años en el Liceo Salmantino de los cinco a los ocho. ¿Sabes qué libro de lectura teníamos?
No.
Leíamos en corro El Quijote.
Un libro de aventuras.
Pero, es muy difícil de leer para niños.
¿Lo ha vuelto a leer?
Dos o tres veces más. Pero te cuento, cuando éramos niños, lo leíamos seguido, por lo que en los tres años que estuve en el Liceo Salmantino pudimos leer El Quijote… 200 veces. Terminé un poco empachado del Quijote. Reto a Jesús a ver si se acuerda de esto… Quizá ellos leían otra cosa.
(Carcajada)
Quiero que me desmienta o confirme un rumor sobre la mala relación que ha tenido usted con la Casa Lis.
He tenido muy mala relación con su director –Pedro Pérez Castro-. He tenido problemas muy gordos y serios con él, y los sigo teniendo. Con La Casa Lis, al contrario. Me llevaba bien con Ramos Andrade. Jesús Málaga había hecho prácticamente todo, pero los tratos los cerramos e hicimos la puesta de largo nosotros. Estuve en el funeral de Ramos Andrade en Navasfrías.
Y por último. Me han dicho que cuenta muy bien los chistes. Terminemos con uno.
Uno muy tonto. ‘Y, ¿usted cómo se llama? Pues depende unos me llaman Teo y otros Doro. Pues está claro: Teodoro. Pues no, Doroteo’.
(Risas)
10 comentarios en «“Salamanca solo puede aspirar a apostar por la cultura”»
«Otros vendrán que a mí bueno me harán». He aquí el ejemplo.
¿Por qué la Gaceta de Salamanca tiene censurado a este alcalde del PP?
Algunos dicen que ellos lo pusieron, ellos especularon todo lo que pudieron pero hubo un momento en el que se creyó superior a «ellos», los «todopoderosos»…y eso fue su fin…
Fernando es la mano que mece la cuna, que Julián diga «No concibo que alguien se perpetúe en el cargo» lo dice todo. Se jubilará en el cargo, sabe mucho.
Fernando Rodríguez: el eterno concejal y símbolo de la política atrincherada
Fernando Rodríguez es el ejemplo perfecto del político que ha hecho de lo público su modo de vida. Más de treinta años ocupando un asiento en el Ayuntamiento de Salamanca, siempre bajo el paraguas del Partido Popular, sin apenas desgaste interno ni oposición real. Su currículum no se mide por proyectos transformadores ni por una visión de futuro para la ciudad, sino por su capacidad de mantenerse atornillado al cargo, legislatura tras legislatura.
Su longevidad política no es sinónimo de mérito, sino de supervivencia. Rodríguez no ha destacado por innovar ni por abrir el ayuntamiento a nuevas ideas, sino por su habilidad para navegar los pasillos del poder, controlar presupuestos y proteger estructuras anquilosadas. Salamanca cambia, pero él permanece, como si el Ayuntamiento fuera una plaza fija que nadie más pudiese ocupar.
Le llaman “incombustible”, pero muchos ven en él simplemente a un funcionario del poder: alguien que ha vivido siempre de la política, que jamás ha pisado el sector privado y que ha hecho de los recursos públicos su sustento. Mientras muchos ciudadanos encadenan contratos precarios o luchan por llegar a fin de mes, Fernando Rodríguez sigue, inalterable, cobrando del erario sin interrupciones desde hace décadas.
Siniestro no por lo que hace, sino por lo que representa: la imposibilidad del relevo, el clientelismo institucionalizado, y la resignación ciudadana ante figuras que parecen inmunes al desgaste democrático. Salamanca no necesita más “incombustibles”, sino políticos que entren, aporten y se marchen, dejando sitio a nuevas voces.
Todo muy bien dicho, pero no se lo cargan porque sabe demasiado y cuando se lo quisieron cargar tuvieron miedo, lo peor que MADURO a su lado no es nadie
El mejor alcalde que ha tenido y tendrá esta ciudad.
Fue un buen alcalde pero peco de soberbio y altanero y se creo una mala imagen pese a que junto con Jesús Málaga son los que hicieron los grandes cambios de la ciudad
Durante su periodo se llenó Salamanca de esculturas indignas del nivel de Salamanca, de un gusto pésimo y de calidad artística deplorable.
de acuerdo: Bonifacia, junto al Zurguén. Algún día la quitarán.
«¡Qué vamos a aspirar aquí a otras cosas!» Así nos va !!! Aquí vemos la voluntad de cambio de políticos transnochados, sin amplitud de miras.
¿ No sería mejor también apostar por otros sectores y fijar población, de verdad?
En los años 50 y 60 nuestros abuelos se veían forzados a emigrar y en pleno siglo XXI seguimos igual…
Pero claro, esta ciudad sigue siendo por y para unos pocos.
En lo que no exista savia nueva y mentes que visualicen nuevos horizontes, seguiremos perdiendo población ,a pesar de que muchos quieren vivir en su tierra y no pueden. No se puede vivir simplemente de las rentas pasadas.