La ciencia de las palabras

 

[dropcap]E[/dropcap]n aquel lugar y en aquellos tiempos las aulas eran claustros de internamiento. Por un lado se enseñaban las letras, por otro las cifras. Se preparaba a los alumnos para batirse con éxito en duelos de los que dependerían sus ventajas y comodidades futuras. Serían otorgadas a cambio de los beneficios que aportaran al todo. Conoces el truco, nadie visa reglas que vayan en contra de sí mismo. Históricamente ganaban los que sumaban y multiplicaban. Quienes restaban y dividían dormían en el frío lecho de piedra de sus celdas. Siempre fue así hasta Que, lógico.

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Vientres y 13

 

[dropcap]L[/dropcap]a única forma de conseguir algo en la vida es tener claro que ese algo está vestido de objetivo. Sí, mira, no son cuestiones fantásticas ni cósmicas, es todo mucho más natural, aunque haya teorías al respecto que hablan del magnetismo, de las leyes de la atracción de las cosas, los casos y demás universalidades. No digo que no tengan sentido, son en sí mismas naturales también, pero a un humilde servidor se le acaba la frontera de lo creíble donde ha puesto los ojos y con cuidado. Si está más lejos, que te cueste asegurarlo con certeza, no pises la línea del suponer.

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Ouyeah!

 

[dropcap]C[/dropcap]omprado. Lo que me vendas. Mis recursos son tuyos, pide cuanto quieras. Cuánto cuento con cada cuenta que cuentas ¿verdad? Haz la cuenta con lo que te cuento, cuenta cuanto cuento quieras contar. Cuánta cuenta cuando cuentas cada cuento. Seguro que no tú pero, ya sabes, hay quien no se da ni cuenta. 

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Rebelde condicional

 

[dropcap]N[/dropcap]o se reprimiría a la hora de defender su inconformismo. Rebelde. Despreciaba lo que entendía como una treta de los de arriba para apaciguar las hambres de los de abajo. Mirar a quién tiene un poquito menos para sentirse un poquito mejor. Mirar a los que tienen mucho menos para darse cuenta de lo mucho de más que se tiene. Mirar a los que no tienen casi nada para comprenderse en posesión de casi todo. Que las cosas no son como son sino como se interpretan, así que sean éstas bien interpretadas. Rebelde.

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La teta y la luna

 

[dropcap]C[/dropcap]reía ganar en listezas y listuras a su ilusa vecinita, la pequeña aspirante a exitosa comercial láctea que se paseaba de pueblo en pueblo con el cántaro sobre ese dorado y ensortijado nido de pájaros que tenía por cabeza. Mira que se lo dijo veces… – No te flipes lecherita, que estás a un tropiezo de quedarte con las ganas de estar a punto.

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La gallina y la copa fina

 

[dropcap]A[/dropcap] la gallina siempre le importó esa planta de tallo y hojas triangulares de color verde oscuro. Le gustaba llamar a las cosas por su nombre. Le parecía precioso el de su favorita, la sencilla y maltratada Amaranthus Retroflexus, la que no marchita. Por eso se ofendió al escuchar a la zorra con sus guardadas orejas mentar al bledo mirando con desabrimiento las maduras uvas que no alcanzó a conseguir.  

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No sin mi Paco

 

[dropcap]C[/dropcap]ómo te lo pasarías si siguieras vivo mi querido Paco. Supongo que te resultó de lo más paradójica la sensación de que todos los coches que compartían autovía contigo iban al revés. Pasa a veces. En la mayoría de los casos hay que pensar aritméticamente y concluir que los muchos tienen razón ante los pocos. Solo una mayoría de las veces. Lo que sufriría una figura como la tuya en los 90 de hombreras y mamachichas. O ahora mismo con el Reguetón. Ay mi Paco…

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Chis

 

[dropcap]R[/dropcap]econocerás este artefacto de jugar por haber vivido alguna vida en algún momento de tu vida. Ludofilia tradicional capaz de generar regocijo, diversión, depresión, estrés e instintos caníbales a partes iguales. Un circuito muy fácil de descifrar en cuatro colores que coinciden con los de los de los cuatro dados, los cuatro cubiletes y los correspondientes grupos de cuatro fichas. Todo muy par, al chis no le encuentro sentido.

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