[dropcap]A[/dropcap] poco de salir de Xinzo y antes de llegar a Sandiás, Catorcena, Pepiño y los tres peregrinos de Santiago sintieron la cercanía de la Laguna de Antela por la insufrible abundancia de mosquitos…
[dropcap]A[/dropcap] poco de salir de Xinzo y antes de llegar a Sandiás, Catorcena, Pepiño y los tres peregrinos de Santiago sintieron la cercanía de la Laguna de Antela por la insufrible abundancia de mosquitos…
– Vamos a ver que nos revelan los humos mágicos sobre este personaje. ¿Cómo dices que se llama?
[dropcap]T[/dropcap]enía que ocurrir… Durante un tiempo, el dinero que D. Fructuoso obtuvo por la gran perla que le trajo Catorcena sirvió para arreglar la iglesia, que tenía la techumbre muy deteriorada, comprar imágenes –una de ellas de San Bartolomé–, y para alimentar al gran pantagruel que era su pupilo.
El cuento que contaba mi padre, que sabe Dios donde aprendió, terminaba tristemente. Como muchos me lo han recriminado se me ha ocurrido continuarlo, procurando imitar el estilo fantástico del anónimo, que en esta continuación deja de serlo. ¡Es mío! *********** [dropcap]R[/dropcap]ecordaréis que dejamos a Catorcena pegado de pies y manos al cuerpo de (…)
[dropcap]E[/dropcap]n aquella noche triste de San Policarpo hubo una familia que salvó sus vidas, pero perdió absolutamente todo lo demás. Es el caso que el hombre, al sentir como subía el agua, despertó a su mujer y a sus hijos y salieron de la casa, sin preocuparse de nada más. Parece ser que a su abuelo ya le había ocurrido algo parecido y lo contaba a menudo… Y este hombre fue de los que, con grave riesgo, se arrojó al Tormes varias veces, atado, para rescatar a otros… En dos ocasiones el éxito coronó su arrojo, hasta que, agotado y casi ahogado, fue sacado del agua con la cuerda…

[dropcap]C[/dropcap]orrían los tiempos grandes de Salamanca. Cuando por doquier se construían inmensos edificios y espléndidas fachadas. Junto a la Catedral, se estaba levantando otra, pues a la ciudad, una de las más sabias de la Cristiandad, la sin par «Roma la Chica», no le bastaba con una… Ilustres personajes afluían de todas partes del orbe, para enseñar… y para aprender.
En la primera parte de este cuento de autor desconocido, el cura de Casavieja, D. Fructuoso, para librarse de Catorcena, le envió a pedir un caldero lleno de oro a Pedro Botero, en el infierno:
[dropcap]D[/dropcap]urante el verano del 94 me vino el recuerdo del cuento que siempre contaba mi padre a la hora de la siesta. Era el único que sabía e ignoro de donde lo sacó.