Opinión

¿Dato mata a relato?

Una máscara. Imagen de Vojt?ch Ku?era en Pixabay

No dejes que la verdad te estropee un buen relato. Mark Twain

Hace algún tiempo reflexionaba en esta misma columna sobre los fundamentos psicosociales en los que se basa la permisividad y aceptación por los individuos y las sociedades de la mentira a lo largo de la historia. Es evidente que desde entonces la situación ha empeorado más si cabe, y tiene claro aspecto de seguir deteriorándose mucho más, por lo que me parece oportuno volver a reflexionar sobre la dialéctica verdad-mentira.

En la filosofía clásica la verdad no es un concepto abstracto sino una guía práctica para la vida social y moral: es la base de un comportamiento vinculado a la ética y la justicia para conseguir la armonía en la organización de la vida en común, virtudes que permiten la convivencia y el florecimiento de la sociedad. Filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles analizaron la relación entre la verdad y la conducta humana, señalando que el conocimiento de la verdad fomenta la virtud, favorece la justicia y guía al individuo y a la sociedad hacia una vida ordenada.

Para Sócrates, la verdad era inseparable de la virtud y su desconocimiento llevaba a la injusticia y al desorden, mientras que su búsqueda y conocimiento conducía a una sociedad más justa. Platón sostiene que la verdad es accesible a través de la razón y se asocia con la justicia. Aristóteles vincula la verdad con la prudencia y la virtud, y explica que la cohesión y la paz social dependen de que los ciudadanos actúen con verdad y justicia, ya que solo así se logra la estabilidad, el progreso y el bien común.

Por contraposición la mentira no es solo un acto moralmente reprobable, sino una amenaza al desarrollo del conocimiento y al orden social. Para Sócrates, la mentira era fruto de la ignorancia considerando que vivir en la mentira era vivir en la oscuridad. Platón en su teoría de las ideas, postula que la mentira nos mantiene atrapados en las sombras de la caverna y Aristóteles señala que la mentira destruye la confianza social y el orden político, ya que una sociedad basada en falsedades está condenada al colapso.

En el pensamiento clásico, la verdad y la mentira no solo se oponen, sino que representan una lucha constante entre la virtud y el engaño, el conocimiento y la ignorancia, la paz o el desorden, el progreso o el caos.

Desde la perspectiva de la dialéctica hegeliana, el enfrentamiento entre verdad y mentira puede entenderse como una contradicción permanente, donde ambas forman parte de un proceso continuo de enfrentamiento, superación y síntesis. La adaptación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana a la realidad material de la lucha entre verdad y mentira no es un solo conflicto abstracto, sino que es una herramienta de control dentro de la lucha de clases, algo que se ignora y oculta en el tiempo que estamos viviendo.

Vivimos tiempos de confusión en los que la verdad ha perdido su importancia como fundamento del debate y de la organización social cediendo el protagonismo a la mentira. En la política de los siglos XX y XXI la mentira se ha convertido en una herramienta de manipulación social, utilizada para moldear la opinión pública y alcanzar o mantener el poder. Desde la propaganda de regímenes totalitarios hasta la desinformación en la era digital el poder ha utilizado la mentira como un mecanismo de control y, en la última década, incluso descaradamente, sin ambages, con descaro.

En el siglo XX Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich, sostenía la idea de que: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, reflejando cómo la repetición constante de falsedades influye en la aceptación social de la mentira. En el siglo XXI, el tiempo de la posverdad, la mentira se difunde rápidamente a través de los medios y redes sociales, reforzando narrativas que sustituyen los hechos objetivos por emociones y creencias subjetivas. La posverdad es definida por la RAE como “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.

La mentira en política no es nueva, pero en la era de la hiperinformación e hiperconectividad su impacto es más profundo que nunca. ¿Por qué razón los individuos dan credibilidad a la mentira por muy obvia que sea? Posiblemente por la multiplicación de narrativas que, muchas veces, sustituyen los hechos por emociones y creencias subjetivas del receptor, predispuesto de antemano a aceptar como verdad las mentiras de aquellos con los que se siente más identificado y más dispuesto a considerar mentira las verdades de “los otros”, incluso en contra de sus intereses objetivos.

Hemos dado carta de naturalidad al relativismo, aceptando que tal y como escribió Ramón de Campoamor: “Nada es verdad ni mentira, todo es del color del cristal con que se mira», sugiriendo que la percepción de los hechos depende del punto de vista apriorístico de cada persona, algo que sigue siendo un tema central en debates filosóficos, políticos y sociales. Para evitar sobresaltos nos hemos atrincherado detrás de unas gafas con gruesos cristales de colores, cuando no nos hemos dejado colocar anteojeras o tapaojos.

Vivimos en una sociedad en la que se recurre a múltiples eufemismos para evitar la palabra mentira, en la que se huye de llamar mentiroso a un mentiroso; negar la mentira es difícil, incluso me atrevo a afirmar que decir la verdad puede llegar a ser un comportamiento casi heroico que comporta riesgos, y esta actitud produce una deriva social muy peligrosa. Este relativismo tiene un riesgo evidente como advirtió Hannah Arendt: la erosión de la verdad en la esfera pública debilita la democracia y abre la puerta a regímenes autoritarios. Nos acercamos peligrosamente a esa puerta.

Miguel Barrueco Ferrero. Médico y profesor universitario

@BarruecoMiguel

2 comentarios en «¿Dato mata a relato?»

  1. Buenos días últimamente lo llevamos muy mal muy mal con las mentiras y las verdades porque yo creo que antiguamente uno decía la verdad y otro decían la mentira pero cuando miente las dos partes eso sí que es completamente difícil de donde sacamos la verdad

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