A Fernando Márquez
Tan solo quedan unas horas para vivir otra celebración de La Semana Santa en Salamanca. No puedo decir que lo vivo con fervor, ni que tenga devoción desmesurada por alguna imagen de las muchas, cada vez más, que comprimen los horarios e itinerarios en la zona monumental, en esta época de evocación de la muerte y resurrección de quién para los cristianos católicos es el hijo de Dios.
La memoria de la Semana Santa en mi infancia es casi nula, esbozo algún recuerdo de la mano de mi madre, recorriendo siete iglesias en Jueves Santo, aunque en la quinta dábamos por bueno el intento o en la tarde del Viernes Santo haciendo parte del recorrido de Jesús Nazareno. Hasta el año en que me cansé de mi madre o mi madre se cansó de mí y ella continúo acompañado la procesión, como era costumbre social.
Mi padre en su juventud fue cofrade de Jesús Nazareno, siguiendo la tradición familiar de mi abuelo Dámaso. En la juventud de mi padre quedó colgada la vocación familiar y el hábito también. Como mi madre, que yo sepa nunca fue cofrade, los hermanos no vivimos esta costumbre, más allá de asistir a ver la salida en la iglesia San Julián de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y El Santo Entierro.
Pasó mucho tiempo, más de treinta años para que el Nazareno se cruzase otra vez en mi vida. Asustado, inseguro al volver de un largo retiro necesario, busqué un lugar donde afrontar mi nueva etapa social. Sin idea de procurar grandes amistades, con la única proyección de participar en algo positivo para mí, no era cuestión de romper barreras, solo de abrir la puerta mental que cerré años atrás y necesitaba cruzarla para empezar a caminar.
Hablé con mi amigo Fernando Márquez, cofrade nazareno de nacimiento, le expliqué lo que necesitaba y me acompaño en el camino de iniciación. Estuve cuatro años compartiendo la carga del Santo Entierro, participando en ensayos, en todos los actos religiosos propios de la congregación y aunque a veces me pregunté ¿qué hago yo aquí? la verdad es que lo hice con decisión y cariño, pues estaba recibiendo cien veces lo que yo les ofrecí.
Al cuarto año, pasada la Semana Santa fui operado de un cáncer de colon y algo cambió, tal vez acepté en el reposo del hospital que después de estar tanto tiempo intentando volver, realmente no había donde volver y debía centrarme solo en no mirar a atrás. Supe que mi ciclo cofrade había terminado. Las devociones pueden crear una dependencia que nos acerqué a la fragilidad emocional, y entendí que no era el momento de vivir ese compromiso.
Hablé con Fernando y me dijo: Si te ha servido estar con nosotros para lo que necesitabas, vete tranquilo. Pedí la baja en la cofradía y años después cedí el hábito a un nuevo cofrade, me parecía que tenerlo en un cajón del armario sin usarlo no tenía sentido, si alguien podía vestirlo cada Viernes Santo en la procesión.
Aprendí que son las cofradías algo más que la imagen religiosa, espiritual y a veces polémica que proyectan y también que puedes tener o no otra oportunidad en la vida, pero siempre debes buscarla.
Gracias Nando a ti y a la cofradía por tenderme la mano, sin preguntar.
3 comentarios en «Agradecido»
Que bien escribes
Impecable narración bonito y emocionante relato. ??
Qué bonito Pablo, como siempre tocas la fibra del lector con tus palabras. Gracias…