Opinión

Salamanca, ciudad del paripé: cuando las instituciones se arrodillan ante la nada

Carbayo, en la recepción municipal a los que parecían jeques.

El escándalo del Peace City World no es una simple anécdota ni un error de cálculo político. Es un síntoma grave de cómo Salamanca está siendo gestionada con frivolidad, falta de rigor y un desprecio alarmante por el dinero público. Aquí no se trató de una equivocación ingenua: fue un montaje institucional en el que el Ayuntamiento y varias organizaciones empresariales prestaron su credibilidad al servicio de un espectáculo sin garantías.

A la cabeza de esta operación, el concejal de Turismo, Fernando Castaño, vendió el proyecto como una “oportunidad histórica” para Salamanca. Concejales como Juan José Sánchez (Promoción Económica) y Ana Suárez (Primera Teniente de Alcalde) participaron en la promoción pública de este falso congreso, posando sonrientes y defendiendo lo indefendible. Todo sin una sola prueba de solvencia, sin informes técnicos, y con un asesor de por medio, José María Fuentes, sin titulación, sin experiencia, y ahora procesado por falsificación documental.

Pero lo más grave no fue solo la irresponsabilidad del equipo de gobierno municipal. Lo que eleva este escándalo al nivel de humillación institucional es el papel jugado por dos organizaciones clave en el tejido empresarial de la ciudad: la Cámara de Comercio de Salamanca y la Confederación de Empresarios de Salamanca (CES).

Benjamín Crespo, presidente de la Cámara de Comercio, fue más allá del apoyo silencioso. Organizó y protagonizó un acto institucional para presentar el congreso en la propia sede de la Cámara, con medios, discursos y respaldo explícito a una iniciativa que hoy sabemos que no tenía ni estructura ni futuro. Crespo, en vez de actuar como guardián del interés empresarial y del prestigio institucional, se convirtió en promotor de una farsa. Su implicación no fue menor: fue pública, consciente y entusiasta.

A su lado, Antonio Rollán, presidente de la CES, también prestó apoyo y presencia al acto de presentación de Peace City World. Lo hizo de forma activa, avalando con su cargo un proyecto vacío de contenido, y validando con su silencio posterior el colapso ético e institucional que siguió al escándalo. Ambos, Crespo y Rollán, en lugar de actuar con prudencia y responsabilidad, se subieron al carro del paripé institucional.

Y el mayor responsable político de todo esto fue, sin duda, el alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo. Su papel ha sido tan grave como revelador: permitió que todo este montaje se desarrollara bajo su mandato, con recursos públicos, con respaldo institucional, y ahora pretende desvincularse apelando a la “buena fe” y alegando que no conocía los detalles del evento ni del asesor contratado. Pero gobernar no es mirar hacia otro lado ni refugiarse en la ignorancia. Gobernar es vigilar, es exigir pruebas, es asumir responsabilidades cuando se falla. Y él ha fallado en lo más básico: proteger los intereses de la ciudad.

Mientras los salmantinos siguen pagando impuestos, se financiaban actos institucionales, campañas mediáticas y ruedas de prensa para vender humo. Algunas organizaciones empresariales de la ciudad se prestaban al juego sin hacer una sola pregunta. Y los políticos responsables se paseaban por platós, foros y escenarios prometiendo un futuro que nunca existió. Y ahora, cuando todo salta por los aires, se van de rositas.

Esto no va de una anécdota ni de un error aislado. Esto va de un modelo de gestión que permite que instituciones públicas y organizaciones empresariales respalden sin pudor proyectos fantasmas solo por lucirse o quedar bien. Un modelo basado en la improvisación, la ausencia de controles y una alarmante cultura del “todo vale mientras nadie lo cuestione”.

Desde Por Salamanca, exigimos responsabilidades políticas y también institucionales. El dinero público no es propaganda. Las organizaciones empresariales no pueden convertirse en cómplices de farsas institucionales. Y quienes han dado apoyo a esto —por acción o por omisión— deben responder ante la ciudadanía.

Porque si no hay consecuencias, lo que viene después será aún peor: la institucionalización del engaño como forma de gobierno. Y Salamanca no se merece ese destino.

4 comentarios en «Salamanca, ciudad del paripé: cuando las instituciones se arrodillan ante la nada»

  1. Completamente de acuerdo. Es vergonzoso que personajes de medio pelo ocupen cargos en instituciones y reflejen una imagen de la Salamanca casposa y atrasada. Así nos vá.

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  2. Se celebró en Salamanca un congreso digno de un guion de sátira: supuestos jeques, promesas de miles de millones, un logo calcado de un videojuego, y una puesta en escena más propia de una estafa de principiante que de una estrategia de desarrollo seria. La ciudad, eso sí, puso los cafés, los cócteles y los aplausos. 72.000 euros públicos más tarde, el resultado es el habitual: humo, titulares y cero inversiones.

    Ante este despropósito, uno esperaría una reacción crítica de quienes dicen representar los intereses de la ciudadanía: asociaciones subvencionadas que viven del presupuesto municipal, organizaciones vecinales, culturales, sociales, y por supuesto, la Cámara de Comercio, cuya función —en teoría— es velar por el tejido económico local.

    Pero no. Silencio. Silencio cómplice. Silencio cómodo.

    Porque en Salamanca, muchos están subvencionados para no molestar. Para mirar a otro lado cuando la alfombra se levanta. Para aplaudir lo que toque a cambio de seguir recibiendo. Y eso, en una ciudad que debería aspirar a la transparencia, a la innovación y al pensamiento crítico, es tan grave como el escándalo mismo.

    Que nadie espere ya el “mea culpa”. Aquí el que falla nunca paga. Ni con dinero ni con credibilidad. Y los que podrían fiscalizar y señalar, callan. Porque si hablas, puede que no cobres.

    Salamanca no merece esta caricatura. Ni de inversores, ni de gestores, ni de cómplices.

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  3. Estamos esperando al Autoescuelas, al Pescadero y al resto de la camarilla que se manifiesten. Sólo los vemos al toque de corneta del Alcalde, pero sorber y soplar a la vez es complicado. El secretario sigue en la estiba.
    Aquí no habla nadie no por miedo sino por supervivencia.

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