Los Sexmeros

 

[dropcap]P[/dropcap]ara intentar ser objetivos no hay nada mejor que tomar cierta distancia y ver con otra perspectiva —ésta es la lucha que una vez tras otra perdemos porque se trata de nuestra ciudad y tierra—; en eso estábamos, retomando el vuelo del halcón, cogiendo altura con rapidez para no interferir en los quehaceres mundanos, cuando aquello que era enorme pasó a empequeñecer y casi desaparecer ante nuestra vista.

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Vidrieras hasta la mitad

 

[dropcap]E[/dropcap]l encanto del entorno catedralicio hipnotiza y nos sugiere alargar nuestra estancia; el revoloteo continuo sobre esta zona es provocado por una curiosidad que nos acerca a nuevos misterios y a querer entender por qué al lado de una catedral pequeña y oscura se levanta otra de dimensiones superiores y plena de iluminación.

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La nueva Salamanca

 

[dropcap]N[/dropcap]o queda nada para concluir el año y es como si las fuerzas llegaran a su fin también. A poco de levantarnos nos hemos agarrado a la taza del café para ahuyentar las sensaciones de un mal sueño. El artículo está casi terminado a falta de alguna cosilla por contrastar, pues leyendo determinados libros y escuchando ciertas noticias no nos ha quedado claro su remate; con varias hojas escritas encima de la mesa recurrimos al ordenador para encontrar ese dato que dé por zanjado el tema.

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Los alfares

 

 

[dropcap]M[/dropcap]alos augurios para la cerámica. No hacemos referencia a los objetos bellos de factura impresionante, convertidos en elementos decorativos, sino a aquellos necesarios en nuestra vida que por su cotidianeidad fueron imprescindibles; tanto en el ámbito público como en el privado estamos invadidos por el plástico y el papel-cartón, lo que supone un cambio de manufactura del recipiente que nos reporta no sé qué comodidades pero que genera una cantidad ingente de residuos que están asfixiando a la Naturaleza.

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Nomenclatura urbana

 

[dropcap]A[/dropcap]costumbrados a abrir las puertas del pasado, hemos de reconocer no haber tenido problemas en encontrarlas, a pesar de no estar numeradas, para volver a nuestro tiempo. Os explicaremos. Aunque todos tenemos un nombre, en esta sociedad saturada de programaciones binarias y algoritmos, la identificación general de personas y cosas está basada en los números (¿quién no ha tenido la sensación en alguna ocasión de haber sido tratado como un número?).

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Reflejos (III)

 

[dropcap]E[/dropcap]stábamos con nuestras cosas, dudas e incertidumbres, preguntándonos sobre la Historia, cuando alguien que sabe mucho nos dijo: «es una sucesión de sucesos sucedidos sucesivamente». Y pensamos, pues, que eso fue lo que debió pasar en esta ciudad tras la creación del «Studii Salmantini».

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Reflejos (II)

 

«que aya Escuelas en Salamanca». ¡Hombreeee, dicho así, nos coge ahora en una edad en la que no necesitamos pretextos para celebrarlo! pero oímos tal cosa allá, por la mitad del siglo XX, cuando los niños íbamos con pantaloncito corto y las niñas con falditas por encima de las rodillas, que no imaginamos lo que pudiéramos haber dicho o hecho, además de llorar; incluso conocemos a uno que, aún siendo monaguillo por aquel Patio Chico, tal condición no le hubiera impedido encaramarse a lo más alto de aquellas tapias y portadas que él bien conocía y gritar unas cuántas cositas al respecto. Pero seamos serios y hagamos un paréntesis a nuestras historias.

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La mirada a través de… (III)

 

[dropcap]Y[/dropcap] llegados a esta calle de película no es extraño que nos pongamos a contar monumentos; pasearla supone mucho más que enumerar «c…» y acordarse del tiempo (dígase frío), no importa el sentido de nuestro recorrido, de abajo hacia arriba o viceversa, es un viaje en el tiempo. Ahora calle de la Compañía, antaño Santa Catalina y también Tentenecio (la del milagro de San Juan de Sahagún, más probable aquí históricamente que en la actual).

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La mirada a través de… (II)

 

[dropcap]P[/dropcap]arece que, un poco influenciados por la leyenda, bajábamos tan embalados por la calle que hubiéramos acabado, entre puente y puente, en el río o agarrados a la Cruz de los Ajusticiados; pero ni una cosa ni otra pues lo que nos hizo detener fue una dulce y etérea voz procedente de la cercana casa construída sobre un lienzo de la muralla. Aclarar que cualquier parecido con la tradición es pura coincidencia: ni San Juan de Sahagún nos gritó «¡deteneos necios!» ni sucedió el consabido milagro en esta calle de orografía tan empinada; Tentenecio se llamó otra a la que iremos en el próximo paseo.

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