Augas Santas

 

[dropcap]C[/dropcap]on la cara y las manos llenas de ronchones de los mosquitos de Antela, los viajeros llegaron a Allariz, la hermosa capital gallega de Alfonso X el Sabio. Fueron directamente a la casa de los padres de Pepiño, donde dejaron los enseres y, después de los saludos, Catorcena y los tres peregrinos fueron a dar una vuelta por la ciudad. Admiraron el airoso puente medieval y los cuatro cruceiros y oraron en la iglesia de Santiago.

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La piedra mala

 

[dropcap]E[/dropcap]n aquella noche triste de San Policarpo hubo una familia que salvó sus vidas, pero perdió absolutamente todo lo demás. Es el caso que el hombre, al sentir como subía el agua, despertó a su mujer y a sus hijos y salieron de la casa, sin preocuparse de nada más. Parece ser que a su abuelo ya le había ocurrido algo parecido y lo contaba a menudo… Y este hombre fue de los que, con grave riesgo, se arrojó al Tormes varias veces, atado, para rescatar a otros… En dos ocasiones el éxito coronó su arrojo, hasta que, agotado y casi ahogado, fue sacado del agua con la cuerda…

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La riada de San Policarpo

 

[dropcap]L[/dropcap]levaba muchos años pegada al suelo la Vara de Villamayor... Aún no se había terminado –faltaba poco– la eterna obra de la Catedral Nueva. Maravillosos edificios, con sus grandes fachadas que dieron en llamar platerescas y otros más modernos, asombraban al visitante de Salamanca, ignorante hasta entonces de que en una ciudad, de no ser Roma, hubiese tanto y tan bello…

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Lápidas necropolitanas

 

[dropcap]E[/dropcap]l otro día hablé brevemente de esas lápidas situadas sobre puertas de cementerios, a las que me he atrevido a llamar necropolitanas para diferenciarlas de las sepulcrales o funerarias. Y puse el ejemplo de una, situada en San Xusto de Cabarcos (Concello de Barreiros, Lugo). Pero no conté todo sobre ella, lo que voy a subsanar ahora.

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