Opinión

Papá, ¿soy de clase media?

Calle Toro. Fotografía. Vicente Pérez.

En nuestros días las redes sociales se han convertido en el principal ágora donde se discuten temas políticos y sociales. En este maremágnum de ideas y pseudoideas se han reinterpretado conceptos incluso hasta su desaparición como por ejemplo el de ‘clase trabajadora’. Si nos ceñimos a la definición clásica la clase trabajadora es la clase social que vende su trabajo sin ser dueña de los medios de producción. Clase que, por otro lado, fue un elemento clave para el desarrollo de la sociedad industrial y la conquista de derechos laborales.

Aquellos obreros vendían su fuerza de trabajo a cambio de un salario. La clave está en que eran conscientes de su posición dentro de la estructura económica. Tenían intereses comunes y sabían que eran contrapuestos a los de los dueños del capital. Esta conciencia colectiva es la que nos llevó al surgimiento de los movimientos sindicales de finales del XIX.

Cosa muy distinta a lo que sucede en la actualidad, en que este concepto de clase trabajadora o clase obrera se ha perdido, llegando a ser percibido por un exiguo 10% de la población (según datos del CIS), algo que nos da una pista de cómo entienden la realidad social los trabajadores españoles.

Firmemente unida a la desaparición progresiva de este concepto está la adopción del concepto de ‘clase media’ como leitmotiv de la mayoría de los trabajadores de este país y de prácticamente todo el mundo occidental. ¿Alguien podría definir con exactitud qué es clase media? ¿Tener coche, teléfono de mil pavos y poder salir a cenar fuera los sábados?

La respuesta a esta pregunta nos pone encima de la mesa la desconexión que existe entre lo que nos percibimos y lo que realmente somos. Y así nos encontramos con personas que trabajan más horas de las que dicen sus contratos, viven en alquileres que apenas pueden pagar y carecen de todo tipo de estabilidad laboral, pero que se identifican como clase media. Esto, conocido como ‘precariado’ refleja una situación obvia de precariedad laboral, pero lo más importante una falta total de sentimiento de la clase a la que se pertenece (quiera uno o no quiera).

Y si estos cantos de sirena de clases medias los aderezamos con la supuesta importancia del mérito, basándonos en eso que dice que trabajando se llega lejos, que los intereses del empresario y los tuyos, simple trabajador, son idénticos y que todos vamos en el mismo barco (unos remando y otros tomando Gin-Tonics en cubierta)… apaga y vámonos.

Repasando todo lo anterior, creo que es de vital importancia la recuperación de la conciencia de clase, sin traumas ni sentimientos de inferioridad. Tampoco sin menospreciar el esfuerzo personal ni el trabajo individual duro, pero siendo conscientes de que nuestras condiciones laborales y vitales están influidas por factores externos en los que nosotros no podemos influir. La clase trabajadora no ha desaparecido por arte de magia, sino ha sido invisibilizada por el relato, qué por otra parte hemos comprado alegremente como sociedad.

Reconocer nuestra verdadera posición dentro de la estructura social y ponernos frente al espejo sin hacernos trampas, es el único camino que tenemos hacia un cambio real en post de un futuro más justo y equitativo.

Y no, hijo… si mañana pierdes tu trabajo, tu vida en unos meses sería un drama. Así que por mucho que quieras no eres de clase media. Y tirando de refranero: Creía un ciego que veía pero eran las ganas que tenía…

1 comentario en «Papá, ¿soy de clase media?»

  1. Completamente de acuerdo, Marce. Te dejo para otro artículo lugar para hablar de como hemos llegado a esto. Cómo después de esa mascarada que llaman Transición se han sucedido Gobiernos de uno y otro signo, que de forma organizada y calculada han intervenido la Educación para anular en la gente el espíritu crítico y crear una masa de personas manejables en los que la prioridad está en querer parecerse a los que corren en calzoncillos detrás de una pelota o participan en un concurso cocinando o haciendo el gili***** en una isla desierta. ¡¡Estamos buenos!!

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