Opinión

Oír y escuchar

Una mano entre auriculares. Imagen de vanleuven0 en Pixabay

En uno de sus primeros discursos como papa, León XIV pidió prestar atención a las palabras de los demás: «cuán importante es escuchar al prójimo. Hemos de aprender a escuchar para construir puentes y no cerrar las puertas…», lo que era una alusión al posible fin de las guerras de Ucrania, Gaza y Cachemira, para lo que de buena gana se ofrece como mediador. No sería esa su menor aportación a la comunidad internacional, más allá de su función como jefe de una Iglesia que, al menos en Occidente, va de capa caída, entretenida como está en volver a ostentar reliquias de hace cinco siglos.

Las palabras del papa me sugieren una reflexión sobre el matiz diferencial entre oír y escuchar, que parece perdido en el uso común hasta el punto de que parecen sinónimos. Y no lo son, como tampoco lo son mirar y ver, hablar y decir, etcétera. Véase que de otro modo no tendría sentido el siguiente diálogo:

– Cariño, ¿me estás escuchando?
– Sí, te oigo, querida.
– Me oyes, pero no me escuchas.
– Pues sí que te escucho; me estabas diciendo que…

Es posible que la señora no quede satisfecha con la respuesta. Aunque el marido estaba leyendo el periódico, sabe lo que dice su mujer incluso antes de que abra la boca. Sabe también que lo que ella quiere es no solo ser oída y escuchada, sino atendida, esto es, que se acepte su opinión o su demanda.

La cosa, desde luego, trasciende el ámbito de la comunicación doméstica y puede observarse en la esfera de la alta política. Se dice que Francisco Silvela le dijo en una ocasión a Romero Robledo en el Congreso: «a su señoría se le oye, pero ya no se le escucha». Ambos políticos eran del mismo partido, el conservador, pero rivales. Si esto ocurre entre colegas, ¿qué no pasará entre adversarios políticos? Recuerdo que Aznar, siendo jefe de Gobierno, dijo tras un debate parlamentario:

– No he escuchado ninguna alternativa a la política de mi gobierno.

Más que el desconocimiento del matiz diferencial oír/escuchar, eso indicaría su petulancia. Aznar, un Pío Nono laico, no escucha: imparte doctrina.

Aún se puede caer más bajo. Hoy en el Parlamento español da la impresión de que muchos ni oyen ni escuchan; traen las preguntas y las respuestas escritas y las leen sin salirse de un discurso rastrero, más orientado a denigrar al adversario que a ofrecer alternativas. (Otros están ausentes o absortos con sus móviles). Y no es infrecuente que se ignore el orden del día para poner el foco en algún tweet o bulo intrascendente aireado a última hora por la prensa de trinchera. O que haya gestos, insultos y voces soeces, agresiones simbólicas a un paso ya de las físicas. Se pergeña así un debate que no es tal, sino un diálogo de besugos sin lógica, gracia ni, ay, crítica constructiva.

Lo peor de todo es la sospecha de que el parlamento español no es sino un reflejo del Ruedo Ibérico en su conjunto.   

1 comentario en «Oír y escuchar»

  1. Pues es cierto que nos hemos acostumbrado a no escuchar, pero es comprensible porque estamos saturados de mala información. Un ejemplo: los informativos de televisión. Una vez que he escuchado los titulares ya desconecto completamente porque el resto del programa es auténtico relleno. Un fraude de cuestiones anecdóticas que no me aportan nada ni me ayudan a comprender por qué ocurren las cosas. Las que cuentan para ellos.

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