Opinión

Guerra y Paz

Las banderas de Estados Unidos, Ucrania y Rusia. Fotografía. Vaticano News.

En un momento en que los principales dirigentes del mundo cristiano –incluidos los europeos– se han embarcado en una preocupante deriva militarista, las palabras del Papa León XIV desde el balcón de la Basílica de San Pedro resuenan con una fuerza moral inusual. En su primer discurso, ha defendido sin ambigüedades una paz desarmada y desarmante. No es solo el contenido del mensaje lo que conmueve, sino también el momento histórico en que se pronuncia. En medio del estruendo de los tambores de guerra, el Papa ha elegido alzar la voz por la paz. Y eso no es menor.

Gobiernos de confesada –o supuesta– orientación cristiana han optado por el rearme. Algunos lo hacen sin complejos, exhibiendo su decisión como un acto de realismo político. Otros, más cautos, lo enmascaran bajo discursos ambiguos o eufemismos vergonzantes. Pero todos comparten una estrategia común: preparar a la ciudadanía para aceptar esta deriva, “madurar a la opinión pública” –como lo llaman en los manuales de comunicación política– hasta hacerle digerible el incremento del gasto militar e incluso la posibilidad de una movilización.

Se olvidan –o quieren que olvidemos– lo que toda guerra deja tras de sí: ciudades reducidas a escombros, generaciones marcadas por el trauma, cuerpos rotos, familias desgarradas y una humanidad herida en lo más hondo. La historia del siglo XX, escrita con sangre en Verdún, Guernica, Dresde o Sarajevo, no debería necesitar traducción.

Frente a la (i)lógica de las armas, las palabras de León XIV sobre el diálogo y la paz adquieren un valor excepcional por dos razones. La primera: colocan a esos líderes autodeclarados cristianos frente al espejo de sus contradicciones, como el niño del cuento que revela que el rey está desnudo. Y la segunda, quizás aún más poderosa: despiertan la conciencia crítica de quienes todavía creen que la política no puede ni debe rendirse ante la fatalidad de la guerra.

En España, sabemos algo de eso. La ciudadanía ha sido capaz de “desarmar” otras veces las estrategias bélicas del poder. No hace tanto que un rotundo “No a la guerra” inundó las calles, desbordó los discursos oficiales y transformó el mapa político del país. Quizás ha llegado el momento de volver la vista atrás para inmediatamente mirar adelante, de recordar que la esperanza no es ingenuidad, sino una forma de resistencia. Y que, pese a todo, otro mundo sigue siendo posible.

Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario

@BarruecoMiguel

5 comentarios en «Guerra y Paz»

  1. El único camino para la paz es el del pacifismo; lo contrario de lo que estamos viviendo en los últimos años. Un conjunto de políticas que incluyen el impulso a la diplomacia, el desarme paulatino negociado, las relaciones de amistad y cooperación entre instituciones y pueblos. Una movilización generalizada de la población basada en la defensa civil y la desobediencia como propuso Gandi y otros. En definitiva, una cultura para la paz, como la que promueve el Instituto de insvestigaciones para la paz de Estocolmo (SIPRI). Detengamos esta locura que nos llevará al desastre.

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    • Viejo debate sin solución. 20 siglos de guerra no se apagan con palabras y menos con buenas intenciones.
      Mientras el hombre siga siendo un lobo contra el hombre, habrá guerras

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      • El hombre no es lobo para el hombre. La colaboración y la fraternidad son más fuertes que la competitividad destructiva, si no, no estaríamos aquí. El problema de raíz es el sistema económico insaciable que domina el mundo. El sistema da síntomas de agotamiento y por eso actualmente hay una escalada tan violenta y armamentista. No aceptemos esa lógica del sistema económico que nos domina.

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  2. Viejo debate sin solución. 20 siglos de guerra no se apagan con palabras y menos con buenas intenciones.
    Mientras el hombre siga siendo un lobo contra el hombre, habrá guerras

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