El inmovilismo es consecuencia de la nostalgia, de preferir el pasado al porvenir, del retenerse quien duda y se figurara lo venidero contrario a sus intereses. El inmovilismo contribuye a lo tedioso y repetitivo. Es la pálida manifestación de la aprensión y la impotencia, lo opuesto a la esperanza, la cerrazón a un futuro abierto de par en par, conservadurismo hecho de malestar con los demás y desconfianza en sí mismo.
Durante millones de años hemos evolucionada para sobrevivir, tendiendo a lo que proporciona gratificación y gozo. En constante movimiento, imparables salvando obstáculos, afrontando dificultades, rechazando el inmovilismo, ese que contrae y estrecha en vez de ampliar y despejar. Atadura que lleva lo entrometido de hacer perder la desenvoltura a la marginación y a lo pasivo.
No es bueno caminar a paso de los que tropiezan y renunciar a vivir mejorando, condición humana de la que surgieron la civilización, el progreso y las grandes obras. La inacción es fatal, conlleva estancamiento y pereza, conduce al conformismo y provoca inutilidad, que en estos tiempos de agitación y cambios políticos, sociales y económicos significa resignación con la situación y aceptación de incompetencias, atropellos y arbitrariedades. La verdad es que no se está para ser condescendientes con los que están ni con los que se espera.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
Aliseda, una puta coja (2018)
Lluvia de cenizas (2021)
Puesto a recobrar el aliento (2023)
Sombras en el jardín (2024)