A la luz, o mejor dicho, a la sombra de los tiempos de guerra que nos anuncian, y al ruido ensordecedor de los tambores militares con los que nos quien preparar, y no son solo la guerra de Ucrania o el genocidio de Israel contra el pueblo palestino, también otras guerras silenciadas que tienen lugar en el Congo, en Sudan y en otros lugares de África o Asia, guerras impulsadas por ‘el primer mundo’, me pregunto cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí, cómo hemos alcanzado este nivel de insensibilidad, me pregunto qué podemos hacer nosotros, me pregunto si manifestarse de cualquier manera en contra de la guerra, de todas y cada una de las guerras, tiene alguna utilidad práctica, más allá de tranquilizar nuestra conciencia.
Lleno de desesperanza acudió a mi mente Rafael Alberti y su poema Nocturno, en el que muestra su rabia e impotencia frente a la Guerra Civil Española, sentimientos que nos podrían representar a muchos en el mundo actual, cuyo verso final dice: Siento esta noche heridas de muerte las palabras y expresa en la primera estrofa el sufrimiento y su falta de fe en las palabras:
Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,
las palabras entonces no sirven: son palabras.
La desesperanza de Alberti unida a mi propia desesperanza, y si las palabras no sirven ¿Cuál es la actitud que debemos adoptar? ¿Cuál es la solución? ¿Qué podemos hacer? Estas preguntas me llevaron a Gabriel Celaya y su poema La poesía es un arma cargada de futuro, donde escribe que la poesía (las palabras) Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos, señalando la necesidad de comprometerse contra el odio y la violencia y condenando el nihilismo de “los neutrales”.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Esta celebración de la utilidad de la palabra y su maldición a la poesía “concebida como un lujo cultural por los neutrales”, junto a su invitación a tomar partido hasta mancharnos, me devolvió a otro poema de Rafael Alberti, A galopar, cuya estrofa final es una llamada a la acción: “A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar”.
Blas de Otero, otro poeta español que escribió desde el desgarro de la posguerra civil, con una voluntad clara de levantar la voz frente a la opresión, incluso cuando todo parecía perdido, escribe en Pido la Paz y la Palabra:
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz y la palabra
Son días difíciles. No tenemos tiempo para el desánimo ni cabe la desesperanza, no es lícito ni ético rendirse, es tiempo de levantar la voz, de manifestarnos, es tiempo de utilizar el arma que tenemos: la palabra. Es tiempo de releer a Alberti, a Celaya, a Blas de Otero y a cuantos poetas nos invitan a tomar partido y levantar la voz, porque “nos queda la palabra”. Es tiempo de “galopar hasta enterrarlos en el mar”. NO a cualquier forma de violencia. NO a la Guerra y NO al rearme.
Por. Miguel Barrueco, médico y profesor universitario.
3 comentarios en «Guerra y poesía»
A mí me viene a la memoria aquel niño que le preguntaba o le decía a su padre papá si matáramos a todos los malos que daríamos solo los buenos no y su padre le dijo no hijo si matamos a todos los malos quedamos solo los asesinos
Esta forma de vida que tenemos ha anestesiado nuestro espíritu. Los padres no hablan de la guerra con los hijos. En las escuelas no se da cabida a la crítica. La universidad sólo piensa en que llegue wl fin de semana y salir, en las iglesias hay pocos fieles que escuchan, los poetas, escritores, cantantes, actores, pienso que están muy a gusto en sus casas…nos espera la calle, pero el ciudadano está dormido.
El viernes 30, en la biblioteca Torrente Ballester, presentación del libro «Poesía por Palestina», Versos contra el Genocidio, a las 19 h