La vida tiene sentido porque hay felicidad, amor, ternura y amistad. Para que se salvaguarden, no ha de permitirse que del prodigio que es el mundo se apoderen los amargados y lo manipulen los resentidos, haya ordinariez y predomine el pesimismo. Estamos hechos para vivir contentos y ser velas con buen viento, capaces de poner freno a los agriados y contrarrestar a quienes nos amenazan con desgracias.
Por mucho que algunos traten de imponer su relato catastrofista a la realidad, pretendan cambiar las cosas en función de sus intereses, acabar con la convivencia y el respeto, no conseguirán se imponga la desconfianza, vayan a más los conflictos y triunfen el insulto y la mentira. Resistencia hay y capacidades de sobra para que se mantengan la honradez y la solidaridad. Seguro es que más pronto que tarde prevalecerá lo justo y razonable.
Y, aunque vivimos entregados a un individualismo creciente, despreocupados por el cambio climático y dominados por los artilugios de la inteligencia artificial, reaccionaremos a la servidumbre del egoísmo, al efecto del consumismo y el acomodamiento. Ganas y fuerzas hay suficientes para dar al traste con la tiranía de los despropósitos y se acabe con el subsistir resignados consintiendo nos metan el dedo en el ojo y encima se rían.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
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