Opinión

Camina con mis zapatos

Dos personas caminando juntas. Imagen generada por IA.

Vivimos aceleradamente, en tiempos de prisa, donde la tecnología nos conecta en segundos con cualquier parte del mundo -reduce las distancias físicas- pero, paradójicamente, amplía las distancias emocionales. En este contexto la empatía ya no es solo una virtud deseable, es también una herramienta valiosa y necesaria, es una necesidad urgente para reconstruir nuestras relaciones humanas.

Empatía es mucho más que una palabra bonita, es la capacidad de ponernos en el lugar del otro, de comprender su historia, sus miedos, sus motivos, de sentir con él, de ‘caminar un rato con sus zapatos’. La empatía es un recurso cada vez más escaso: nos cuesta apartar el juicio rápido, mirar más allá de nuestras propias vivencias y problemas, y olvidamos con facilidad que el mundo es compartido, plural y diverso.

Harper Lee escribió en Matar un ruiseñor: «Nunca entiendes realmente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista, hasta que entras dentro de su piel y caminas con ella». Las relaciones más significativas y profundas se construyen siempre sobre los cimientos de la empatía. Es esta habilidad la que permite superar prejuicios, interpretar matices, entender situaciones complejas desde múltiples perspectivas, tender la mano y ofrecer apoyo genuino. Cuando somos empáticos no solo enriquecemos la vida de quienes nos rodean, sino también la nuestra.

La empatía requiere de un esfuerzo consciente, de práctica, y eso, en estos tiempos de ruido, exige voluntad. Implica escucharnos, observar con atención y reconocer emociones y experiencias ajenas sin juzgarlas desde nuestro propio marco mental. No se trata de estar de acuerdo, sino de entender. De reconocer al otro como igual, incluso cuando piensa distinto que nosotros.

En una sociedad cada vez más individualista y emocionalmente fragmentada, empatizar es un acto de cuidado colectivo, un antídoto contra la indiferencia, una apuesta por unas relaciones interpersonales más sanas, por comunidades más cohesionadas y sociedades más justas. Como escribió George Eliot (Mary Ann Evans) en Middlemarch: «¿Para qué vivimos, si no es para hacernos la vida menos difícil?». Quizá ahí resida el sentido más hondo de la empatía: en hacernos el camino de la vida más agradable unos a otros, en caminar, aunque sea un rato, con los zapatos del otro.

Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario

@BarruecoMiguel

2 comentarios en «Camina con mis zapatos»

  1. Podemos tener empatía con alguno que está como nosotros o peor pero cuando hay alguien que tiene una riquezas desmesuradas y un poder desmesurado también eso que llega a ser ya empatía o envidia

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  2. Empatía, palabra hoy día muy utilizada, pero poco o muy poco llevada a la práctica . . .

    Que gran película: Matar a un ruiseñor

    Responder

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