Reflexionaba en esta misma columna los pasados 5, 12 y 19 de abril sobre la situación actual, la misión y el futuro de la universidad española. Tan solo dos meses después los acontecimientos me obligan a escribir nuevamente sobre ello.
La Academia ha sido, históricamente, fuente del conocimiento y de las ideas, un espacio donde investigar, enseñar y reflexionar sobre aspectos que preocupan a la sociedad. En ese sentido ha sido también un “hervidero” de ideas y un campo abonado para el debate intelectual.
Posiblemente por ello resulte una institución molesta para aquellos que no creen en la libertad de pensamiento, especialmente cuando las ideas no se ajustan a lo que ellos piensan. A lo largo de la historia el intento de controlar, de poner sordina, al debate intelectual, ha sido una constante en aquellas otras instituciones a quienes el debate puede resultar no solo molesto sino contrario a sus intereses. La Iglesia Católica es un buen ejemplo de ello, pero el poder político no se ha quedado atrás, desde los regímenes absolutistas a las dictaduras militares o políticas.
En España no estamos tan lejos de lo sucedido bajo el régimen franquista como para que se nos haya olvidado: al menos a aquellos que por edad estábamos en la universidad durante los últimos años de la misma. Sin lugar a dudas que el debate intelectual y cultural que en aquellos años tenía lugar en las universidades españolas, junto a las movilizaciones de profesores y estudiantes, forjaron nuestras ideas en gran medida y contribuyeron a la conquista de la democracia.
Viene esta reflexión a cuento porque en un mundo donde se nos quiere imponer la verdad única —ese sueño húmedo de todos los aspirantes a dictadores—, el intento de control del pensamiento de cualquier universidad por algunos gobiernos, es un peligro real que está siendo infravalorado, por las propias universidades, con el riesgo que ello conlleva.
Lo que está sucediendo en los Estados Unidos de América con el intento de control por Trump de las universidades americanas, o en la Argentina de Milei, o el intento de prohibir y sancionar con fuertes multas las protestas y movilizaciones en las universidades de la Comunidad de Madrid por parte del Gobierno de Doña Isabel Diaz Ayuso, vía un nuevo reglamento sancionador de la futura Ley autonómica de universidades, son un buen ejemplo de a donde se encamina el poder cuando no se le pone freno.
Estrangular económicamente la universidad o limitar su libertad de pensamiento o acción no se frena con concesiones al poder que pretende controlar la Academia. Los intentos de contentar al poder establecido otorgando concesiones y honores por parte de algunas universidades, en la mayoría de las ocasiones atenazadas por el miedo, no conducen a nada. Madrid es un buen ejemplo.
Por eso adquiere especial importancia la actitud de universidades como Harvard enfrentándose al gobierno de Trump y defendiendo la autonomía universitaria frente a los intentos de control por el poder político, actitud que le está costando un intento de estrangulamiento económico por parte del gobierno americano, a pesar de lo cual Harvard no solo se ha negado a aceptar las medidas de presión sino que ha iniciado una batalla legal contra las medidas que atentan contra su autonomía económica y de pensamiento.
El presidente de Harvard Alan Garber ha declarado «La revocación continúa una serie de acciones del gobierno para tomar represalia contra Harvard por nuestra negativa a entregar nuestra independencia académica y someternos a la toma de control ilegal por parte del gobierno federal de nuestro currículum, de nuestro cuerpo docente y nuestro alumnado».
¿Sigue siendo en España la Academia un campo para el libre debate de ideas? Tengo muchas dudas y pocas certezas al respecto y, sin embargo, en mi humilde opinión ese es el camino.
Para Unamuno, la universidad debía ser un lugar de inspiración, de reflexión, de debate y de creación. Debía ser un espacio donde se cultivase la inteligencia, se fortaleciese la ética y preparase a los alumnos para participar activamente en la vida social y cultural.
No veo en la actualidad intelectuales como Don Miguel, pero los necesitamos como el comer, o mejor aún como el respirar, para mantener viva una sociedad que está dejando que maten la inteligencia.
Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario
@BarruecoMiguel
El desequilibrio territorial en la España actual. Así son las cosas si así os parece. *Tierras de castigo – La Crónica de Salamanca*https://t.co/NU5tBeS1Dp
— Miguel Barrueco Ferrero (@BarruecoMiguel) June 7, 2025
3 comentarios en «La independencia de la Universidad»
Es una pena que esto no lo lean aquellos a los que más les interesa! Es difícil «penetrar» en los que hacen oídos sordos y solo escuchan soflamas que aturden su capacidad crítica. Pero hay que seguir insistiendo.
Hay demasiadas evidencias de que un mensaje tipo «Las Universidades son un nido de rojos que quieren destruir el bienestar de la población» tiene mucha más trascendencia y más aceptación por una amplia base de la población que un sesudo articulo que demuestra lo contrario. Así es la cosa; llevamos las de perder.
Puede que a estas horas, la Universidad sea el menor de los problemas de Trump.
Desde la revolución francesa sabemos que las libertades como la democracia, las conquista el pueblo. La Universidad sólo es una caja de resonancia más de la sociedad donde se deben de forjar los hombres libres